Datos Historicos
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Placeta de Benalua 1929
Recuerdos Benaluenses de Angel Luis Valero Azorin
26/05/1996
Granados
Si Vd. pregunta por ahí la definición de Granadas, los más bucólicos, le responderán que se trata de varios árboles frutales cuyo fruto es la granada; los más intelectuales le citarán a un tal Enrique, compositor que fue en vida y que alcanzó gran fama, además de por su música, por su trágica muerte a manos de torpedos de un Submarino Alemán en 1.916, Ya saben, en esta vida te haces más famoso cuanto más retorcida es tu forma de abandonar este valle de lágrimas y, en este caso concreto más aún porque en esa guerra los españoles éramos neutrales.

Pero el Granados al que me quiero referir, se trata de un salón que existía en la placeta de Benalúa y del cual los que tenemos pasada la barrera de los cuarenta guardamos un bello recuerdo. Se trataba de un cine viejo, roído y carcomido por el paso del tiempo, que aún guardaba bajo la pantalla, el arcaico piano que animaba las viejas películas mudas que hacían las delicias de nuestros abuelos. Sirva esta mi pequeña aportación al Llibret de la Hoguera Benalúa, para rendir homenaje a esa ya centenaria fábrica de sueños que es el CINE.

Yo tenía cierta ventaja con respecto al resto de mis amigos, en pasarme los fines de semana delante de aquella pantalla, viendo una y otra vez, el programa doble con el que se nos obsequiaba, por la irrisoria cantidad de 5 pesetas en butaca de patio y 3 en general. Si, ya lo sé... alguien que esté leyendo esto, me dirá que él lo conoció bastante más barato y que hasta incluso recuerda al pianista que aporreaba las teclas, pero yo les hablo de un tiempo relativamente más reciente.

Y digo que tenía ventaja, porque un servidor no tenía la necesidad de pasar por taquilla, ya que mi señor padre (a la sazón hoy, miembro de esta comisión) era el taquillero (eso sí, los días que el Hércules jugaba en casa, aparecía por el cine a las seis de la tarde) y mi abuelo controlaba la puerta de entrada y, además, era acomodador (o quizás se decía "aposentador").

Tenía el sabor clásico del auténtico cine de barrio, donde el devorar pipas se consideraba casi un rito. Era curioso, en los momentos en los que el sonido de la película se atenuaba, el ruido que producían nuestros dientes al partir la sabrosa
semilla, que con anterioridad habíamos adquirido en la tiendecita de PACO MENOR.

Tras adentrarse en el cine y al final de una larga rampa, unas viejas cortinas oscuras, separaban un amplio corredor, de lo que era el patio de butacas, o lo que es lo mismo: la realidad de la fantasía, Y una vez dentro y delante de aquella pantalla aparecían y de esta forma te sentías un Corsario, secuestrando a una bella damisela que, al final, acabaría enamorándose de ti, o vaquero en medio de la polvorienta calle del pueblo del Oeste, a punto de acabar con los desmanes de Lyberti Wallance. Cuántas veces vimos a Bogart quedarse en Casablanca, mientras aquel avión partía hacia Lisboa, llevándose su sueño, El Séptimo de caballería, llegaba en el último momento a salvar a aquellos colonos de las garras de los indios, mientras el cine explotaba en una salva de aplausos, Charlot corría una y otra vez tras "el Chico" y el Gordo y el Flaco, se convertían en "Heroes de Tachuela", Harold Lloyd acababa siempre colgado de un reloj o bien conduciendo una vieja Locomotora y John Wayne conseguía hacer llegar la Diligencia hasta su destino.

Temblábamos de miedo con Bela Lugossi y Boris Karloff y cantábamos al unísono con Gene Kelly, mientras soñábamos bailar con Fred Astraire o saltar de rama en rama con Weismuller. La destartalada "Reina de África" hundía todos los años a aquel temible acorazado alemán y Richard Burton enamoraba a Cleopatra cada temporada.

Todas las temporadas, hacían prácticamente las mismas películas, pero nos daba lo mismo. En el Salón Granados empezamos a amar el Cine. Aún hoy, cuando tengo la suerte de ver alguna de aquellas rancias películas, pasan por mi mente, como si de una realidad virtual se tratase, la imagen de aquel salón querido y entrañable.

Pero no solo servía de Cinematógrafo, en el Granados se hacía esporádica mente teatro, sobre todo a primeros de Noviembre, la Hoguera de
Benalúa, escenificaba el "Tenorio", con el fin de recaudar fondos. Cuenta la leyenda, que en una de estas representaciones, un miembro de la comisión, que hacía el papel de estatua, abandonó su estática pose para correr tras el lanzador de un tomate que impactó en su marmóreo rostro. Pero esa es otra historia y los que recuerden aquel evento, estará conmigo que el tema merece capítulo aparte.

Un mal día, y poco tiempo después de que la piqueta nos arrebatase nuestro querido Templete, El Salón Granados fue derruido. Algo de nosotros empezaba a morir con aquel edificio. En su lugar y casualmente como dice Serrat en una de sus canciones, se instaló el Capital. Una Entidad de crédito "usurpa" en la actualidad lo que otrora nos hizo reír, llorar y soñar durante muchos años.

Pero voy a contarles un secreto, que como tal, deben guardarlo muy celosamente: Vayan a la Placeta cualquier noche de invierno, cuando todo el mundo la haya abandonado, siéntese en el banquito que hay frente a lo que fue el Salón Granados, cierre los ojos y espere así unos minutos; al abrirlos los verán, son ellos; allí están cada noche Charlot Heston, Ralph, Wayne, Bogart, Gable, Douglas, Keaton, Laurel y Hardy, Lloyd y todos aquellos que durante tantos años fueron los auténticos protagonistas de nuestros sueños. Palabra. Se lo prometo.

Llibret Hoguera de Benalúa 1.996
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